Era un domingo de marzo de 1986, uno de esos días que parecen normales pero que se convierten en historia. En el polideportivo de Mendizorroza, en Vitoria, los equipos Caja de Álava y Estudiantes estaban a punto de cerrar un partido más. Sin embargo, un grupo de periodistas de TVE cubría el evento bajo la atenta mirada de una dotación policial donde estaba nuestro protagonista, Pedro Coll Buades, un valiente policía nacional ‘solleric’. Lo que ocurrió después fue una brutalidad inimaginable.
Un acto heroico en medio del caos
A las 13:45 horas, mientras el partido llegaba a su fin, un Seat 131 blanco hizo su aparición. Al volante, una mujer y acompañada por cuatro hombres dispuestos a sembrar el terror. De repente, sin previo aviso, comenzaron a disparar contra técnicos y policías. Fue cuestión de segundos; la devastación dejó a tres agentes y dos operarios tendidos en el suelo. Entre ellos estaba Pedro Coll.
Pero aquí es donde la historia toma un giro inesperado. A pesar de estar gravemente herido —con lesiones en el pulmón, hombro y pierna— este hombre no se rindió. Desde el suelo disparó hacia los atacantes con la determinación que caracteriza a los verdaderos héroes. “Mi primera intención fue separarnos para obligarles a dividir su fuego”, recordó más tarde Pedro, quien logró desconcertar a los tiradores.
Gracias a su valentía, los terroristas decidieron huir dejando atrás la escena del crimen sin poder rematar lo que habían empezado. Los testigos no tardaron en alertar a emergencias y aunque hubo pánico entre el público presente, todo se llevó con orden para evitar mayores tragedias.
Pedro fue trasladado al hospital y recibió visitas llenas de cariño: amigos y familiares llegaron desde Mallorca para arroparlo en ese difícil momento. “He visto la muerte muy cerca”, confesó con esa mezcla de optimismo y realidad que solo él podía expresar. El atentado resonó fuerte en su hogar, especialmente en Sóller donde su familia era conocida; su hermano Juan había ganado notoriedad como ufólogo.
A pesar del valor demostrado aquella tarde fatídica, las consecuencias fueron severas para Pedro Coll Buades; sus heridas le costaron su carrera profesional como agente. Sin embargo, sus compañeros siempre recordarán cómo aquel hombre herido logró salvar vidas con su reacción rápida y valiente frente al horror.