En un giro de los acontecimientos que no deja lugar a dudas, Estados Unidos ha dado un golpe sobre la mesa. La situación en Uvira, esa ciudad crucial en Kivu Sur, se vuelve cada vez más tensa. Los guerrilleros del Movimiento 23 de Marzo (M23) han declarado su intención de retirarse, pero para Washington eso no es suficiente. Exigen que se alejen al menos 75 kilómetros, porque el mero hecho de asomarse por la puerta no es lo que se había pactado.
Un conflicto lleno de matices
Durante una reciente reunión del Consejo de Seguridad, la representante estadounidense fue clara: «el compromiso del M23 no es suficiente». Y con razón. Cada movimiento hacia Uvira podría interpretarse como un desprecio a los acuerdos existentes. Además, Ruanda sigue siendo el foco de las acusaciones, con sombras que apuntan a su apoyo financiero al grupo armado.
Pero aquí no acaba la historia. El Gobierno congoleño está mirando todo esto con desconfianza. Las autoridades locales cuestionan si realmente hay una retirada o si simplemente están jugando al despiste. «Los convoyes estaban casi vacíos», afirma Didier Kabi, quien habla de una estrategia para romper la vigilancia internacional y prepararse para un nuevo ataque.
Patrick Muyaya, portavoz del Gobierno congoleño, va más allá y califica esta retirada como una «maniobra de distracción» del M23, que ya ha dejado claro que no tiene intención alguna de negociar nada, incluso poniendo en tela de juicio acuerdos previos como el famoso «acuerdo de Washington».
A medida que las tensiones aumentan en el terreno, el M23 se defiende diciendo que está cumpliendo sus promesas mientras lanza dardos contra Burundi por obstruir el regreso seguro de los refugiados congoleños a casa. En sus palabras: «Las autoridades burundesas están negando a mujeres y niños su derecho fundamental a volver a sus hogares».
Con todo este panorama tan convulso, solo queda preguntarnos: ¿hasta dónde llegará esta crisis? Las respuestas aún son inciertas y lo único claro es que **la lucha por Uvira continúa**.