El iPhone Air ha llegado a nuestras manos, y con él una lluvia de rumores sobre su posible extinción. Pero, ¿qué hay detrás de este móvil ultrafino que ha levantado tanta expectación? Un diseño que se aleja de lo habitual en Apple y que promete ser algo más que un simple gadget. En nuestras pruebas nos hemos encontrado con una mezcla de admiración y frustración.
Un diseño que enamora, pero…
Desde el primer momento, su estética deslumbra. Con solo 5,6 milímetros de grosor y un peso irrisorio de 165 gramos, el iPhone Air se siente casi mágico en la mano. Es ligero como una pluma y fácil de llevar en el bolsillo; ese detalle hace que quieras mostrarlo al mundo. Sin embargo, no todo es color de rosa. La sensación de fragilidad está latente, como si en cualquier momento pudiera desvanecerse entre tus dedos.
A medida que profundizamos en sus características, encontramos una pantalla OLED brillante y ágil, capaz de competir con los mejores del mercado. Pero aquí viene la trampa: su batería es un auténtico dolor de cabeza para los usuarios intensivos. Si eres alguien que utiliza el móvil para todo durante el día, prepárate para hacer malabares con cargadores externos. Una pena que algo tan bonito tenga un talón de Aquiles tan evidente.
Y si hablamos del rendimiento, no decepciona; el chip A19 Pro vuela a través de las aplicaciones sin titubear. Pero la falta de versatilidad en la cámara deja mucho que desear; solo cuenta con un sensor principal decente pero carece de opciones más avanzadas como gran angular o teleobjetivo real.
A pesar de sus altibajos, este modelo marca una dirección interesante para Apple al romper esquemas tradicionales en diseño. Puede que no sea perfecto ni esté destinado a todos los usuarios, pero definitivamente trae consigo la promesa de algo diferente y único en un mundo lleno de clones tecnológicos.