En un rincón inesperado del polígono de Can Valero, una imagen entrañable ha capturado la atención de quienes transitan por un conocido centro deportivo en Palma. Al acercarse al acceso peatonal del aparcamiento, se pueden oír unos agudos y emocionantes chirridos que revelan la presencia de un grupo animado de polluelos. Estos pequeños seres se mueven con agilidad, escondiéndose entre la vegetación ante cualquier indicio humano.
Una comunidad inusual
Pero no están solos. Dos gallinas, valientes y protectoras, hacen acto de presencia para salvaguardar a sus crías. Lo curioso es que muchos de los transeúntes han tomado cariño a esta peculiar familia avícola y se han convertido en sus aliados, llevándoles agua en improvisados recipientes hechos con garrafas y compartiendo restos de comida. ¡Una verdadera acción comunitaria!
Sobre una teja desgastada brilla un trozo de verdura troceada que los polluelos devoran con ansia, esperando a que el camino esté despejado para salir corriendo hacia su refugio entre las plantas. También hay alguna migaja de pan o fruta olvidada que les hace la vida más dulce. No hay duda: este pequeño grupo ha encontrado su hogar aquí y ha logrado ganarse el corazón tanto de los curiosos como del personal habitual.
Es interesante notar cómo esta escena encantadora convive con la realidad cercana de asentamientos chabolistas; sin embargo, no parece haber conexión directa entre ambas situaciones. En medio del bullicio urbano, estos polluelos parecen haber encontrado buenos samaritanos dispuestos a asegurarse de que no les falte nada.