Era una fría madrugada del 31 de octubre de 1984 cuando el ferry ‘Ciudad de Salamanca’ se convirtió en el escenario de una historia digna de una película. A bordo, además de los pasajeros inocentes, había seis presos peligrosos custodiados por tres guardias civiles que jamás imaginaron lo que estaba a punto de suceder. Todo comenzó en Valencia, donde Antonio G.E., el cabecilla del motín, había planeado meticulosamente su ataque.
En un abrir y cerrar de ojos, mientras dos funcionarios entraban al camarote con unas consumiciones, los delincuentes redujeron a los agentes y se hicieron con sus armas. Y así, Antonio junto a sus compinches Dionisio R., Juan José F., Jaime Feliciano R.B. y Juan José F.M. se encontraron armados y listos para tomar control del buque. La tensión crecía mientras mantenían como rehenes al capitán Lorenzo Morata y al resto de la tripulación.
Un plan fallido hacia Argelia
Los amotinados soñaban con llegar a las costas argelinas, donde podrían mezclarse entre viajeros desprevenidos. Pero el astuto capitán Morata tenía otros planes en mente; les aseguró que no había suficiente combustible para llegar tan lejos y que solo podían ir hacia Palma de Mallorca. Consciente del peligro que representaban los presos, sabía que allí su fuga sería casi imposible.
La alarma llegó rápidamente a la Comandancia de la Guardia Civil en Palma; el teniente coronel Enrique Nieva organizó un operativo sin precedentes para abordar la situación. Mientras tanto, dos secuestradores intentaron escapar con el capitán en su coche Simca 1200, mientras otros tres trataban de perderse entre los pasajeros sin éxito.
Aquel día la suerte parecía estar del lado de la justicia. Cuando se toparon con una multitud cerca de los juzgados, decidieron abandonar al capitán y darse a la fuga entre las personas. Pero no contaban con la rápida reacción policial: «Si hacéis un solo movimiento disparamos», les advirtieron antes de ser capturados.
El juicio fue mediático y lleno de morbo: cinco hombres reconocieron haber bebido grandes cantidades de cerveza esa noche fatídica antes del asalto. La condena fue dura; sumaron más de 112 años entre todos ellos, siendo ‘el Portugués’ quien se llevó la peor parte.
Aquel secuestro marcó un antes y un después en las medidas de seguridad marítimas; nadie quería aceptar que unos presos borrachos habían puesto contra las cuerdas a toda una fuerza policial mientras tomaban control absoluto sobre un ferry. Esta es una historia que nos recuerda hasta dónde puede llegar la desesperación humana y cómo incluso las situaciones más inesperadas pueden cambiar el rumbo del día a día.