Este verano, el mar Balear se está comportando de una manera que no deja indiferente a nadie. Con temperaturas que superan los 30 grados, estamos ante un fenómeno que invita a la reflexión. ¿Qué está pasando con nuestro entorno? Cada vez más voces se levantan para criticar lo que consideran un monocultivo turístico, donde las playas se convierten en auténticos escaparates, pero ¿a qué precio?
La comunidad reacciona
Los vecinos de Palma están cansados. La macrourbanización parece avanzar sin control y muchos se preguntan quién podrá vivir aquí cuando no hay equipamientos ni servicios suficientes. La preocupación por el futuro es palpable y cada vez más ciudadanos se organizan para frenar esta tendencia destructiva.
No podemos ignorar las palabras del GOB, que ha calificado la ley de liberalización de suelo como la «más agresiva en décadas». Y con razón, porque detrás de esas decisiones políticas hay vidas reales, comunidades que sienten cómo su hogar se transforma en un parque temático. Mientras tanto, el turismo sigue siendo la única respuesta aparente a nuestras necesidades económicas.
A medida que avanzamos hacia un futuro incierto, debemos recordar que somos nosotros quienes tenemos el poder para cambiar esta narrativa. Ahora es el momento de actuar, de alzar nuestra voz y exigir un equilibrio entre desarrollo y sostenibilidad.