La cruda realidad de la violencia machista sigue golpeando nuestra sociedad con una fuerza devastadora. En lo que va de año, se ha reportado que una mujer es asesinada cada semana, y esto no puede seguir siendo una mera estadística. Cada número es una vida arrebatada, un dolor infinito para familias y comunidades que quedan destrozadas.
Un grito de auxilio que no podemos ignorar
No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras estas atrocidades suceden a nuestro alrededor. La indignación crece entre nosotros; somos testigos del sufrimiento ajeno y, sin embargo, parece que el cambio llega demasiado lento. ¿Por qué? Porque muchas veces, las políticas y medidas adoptadas parecen más un lavado de manos que un verdadero compromiso con la erradicación de esta lacra social.
Es hora de alzar la voz y exigir acciones contundentes. No podemos permitir que las estadísticas se conviertan en una normalidad desalmada. Cada asesinato debe resonar como un grito colectivo que nos impulse a actuar, a cuestionar cómo estamos lidiando con este problema tan arraigado en nuestra cultura. La violencia machista no tiene cabida en nuestra sociedad, y cada uno de nosotros tiene el deber moral de luchar contra ella.