La mañana comenzó con un aire de incertidumbre. Mientras la península ibérica lidiaba con un apagón que dejaba a millones a oscuras, las Islas Baleares brillaban con luz propia. Y es que, aunque muchos mallorquines se vieron envueltos en el caos, los residentes de estas islas respiraron aliviados, ya que su suministro eléctrico se mantuvo intacto.
Aún así, no todo fue paz y tranquilidad. Nos contaban historias impactantes de vecinos atrapados en ascensores y hospitales que dependían de generadores para seguir adelante. Un testimonio resonante decía: «hemos tenido que sacar a un vecino del ascensor». Una situación desesperante que nos recuerda lo frágil que puede ser nuestro día a día.
Una realidad paralela
Mientras los centros médicos de la península comenzaban a cancelar operaciones no urgentes debido a la falta de electricidad, en las Baleares todo seguía su curso normal. ¿Pero cómo es posible? La respuesta parece ser una combinación de suerte y una infraestructura más robusta frente a emergencias como esta.
No obstante, el panorama en el resto del país era desolador; la Red Eléctrica estimaba que tardaría entre seis y diez horas en restablecer el servicio. En medio de este desastre, nos enteramos también de un trágico accidente en Portocolom donde un joven perdió la vida tras un choque frontal entre un autobús del TIB y un coche particular.
A pesar del luto por lo ocurrido, las Islas se mantienen firmes ante esta adversidad. Y mientras otros lugares caen como fichas de dominó ante una simple falla eléctrica, nosotros celebramos nuestra resistencia.