Durante años, la terraza de lo que fue Pachá acogió a multitud de jóvenes y no tan jóvenes que buscaban diversión en la vibrante noche mallorquina. Este local, primero conocido como ‘Luna’ y luego transformado en el famoso Pachá, se convirtió en un emblema del ocio nocturno, no solo para los mallorquines, sino también para turistas de todo el mundo. Sin embargo, desde su cierre en enero de 2018, el silencio ha invadido este lugar que solía estar lleno de vida.
Un legado olvidado
Hoy por hoy, ese espacio tan icónico se encuentra sumido en el abandono. La Fundació Natzaret, propietaria del local y vinculada al Obispado de Mallorca, parece haber dejado que este rincón privilegiado se convierta en un mero recuerdo. Mientras los jardines circundantes brillan con su nuevo aire renovado tras las obras del Paseo Marítimo de Palma, lo que alguna vez fue un punto caliente para salir por la noche ahora está escondido entre la vegetación y la desidia.
A pesar de varias propuestas sobre cómo revitalizarlo —como abrir un local de restauración destinado a formar y emplear a jóvenes— nada parece avanzar. La naturaleza ha tomado posesión del interior: una mirada rápida revela escombros, botellas vacías y hojas muertas por doquier. Los escalones que llevan a la entrada principal muestran signos alarmantes de deterioro.
Los carteles intentan advertir sobre videovigilancia dentro del recinto cerrado; sin embargo, esto no detiene la degradación visible desde fuera. El bullicio característico ha desaparecido completamente; lo único que queda es un eco lejano de las noches llenas de música y risas.
El Ajuntament aceptó la renuncia a las actividades del club después de múltiples irregularidades durante su funcionamiento. Con nueve modificaciones sin licencia detectadas durante su historia reciente, se ordenó su restitución al estado anterior a los cambios ilegales realizados en el edificio ubicado en la Avenida Gabriel Roca.
A partir de ese momento, lo que fue Pachá quedó relegado al olvido mientras Palma avanza hacia una nueva era con su Paseo Marítimo modernizado. Ahora solo queda preguntarse si algún día volveremos a ver vida donde antes había fiesta o si simplemente será otro capítulo cerrado en nuestra memoria colectiva.