En pleno corazón de Palma, bajo la sombra de la majestuosa Catedral, se despliega un triste escenario que nos recuerda que el sinhogarismo sigue siendo una cruda realidad. A pocos pasos del bullicio turístico, un grupo de cartones y vallas amarillas del Ajuntament de Palma han levantado un improvisado refugio que, aunque a simple vista puede pasar desapercibido, habla a gritos de la situación crítica que viven muchas personas.
Bajo lo que alguna vez fue un bar vibrante, ahora solo quedan una manta desgastada y unas zapatillas olvidadas. Este rincón de Ses Voltes, antes lleno de vida con eventos culturales y sociales, hoy refleja el abandono. La cubierta del bar oculta este ‘asentamiento’ del ojo público; sin embargo, al descender a la plaza, su presencia resulta innegable.
Un triste espectáculo en medio de la belleza
A medida que paseamos por esta zona emblemática, notamos también la presencia constante de los vendedores del ‘top manta’, lo que hace pensar a algunos empleados municipales sobre quién realmente ocupa este refugio precario. Algunos aseguran que podría ser uno de ellos quien utiliza estos cartones como infravivienda. La escena se torna más sombría cuando recordamos un episodio anterior donde un indigente intentó okupar un espacio destinado a almacén en esta misma área.
La realidad es dura y no podemos mirar hacia otro lado. Mientras los turistas disfrutan del paisaje idílico, nosotros debemos cuestionarnos ¿qué hacemos para ayudar? En este rincón olvidado por muchos, hay historias humanas llenas de dolor e incertidumbre. Es hora de abrir los ojos y reflexionar sobre nuestra comunidad.