Este viernes, la calle Pico de Mulhacén en Son Gotleu se convirtió en un escenario desgarrador. Allí, mientras algunos disfrutan de una tarde de tapas y risas en zonas privilegiadas de Palma, hay otra realidad que aprieta el estómago. En medio del bullicio y las risas, una madre con cinco hijos se enfrenta a la pérdida de su hogar. Sara, como muchas otras, no puede más; sus cuentas ya no cuadran desde hace tiempo y el final de mes se acerca a pasos agigantados.
Una lucha desproporcionada
El ambiente era tenso desde las siete de la mañana. Activistas del Sindicat de Habitatge de Palma (SHP) comenzaron a llegar, preparados para resistir ante lo inevitable. La policía también hizo su aparición, creando un cerco que impedía que nadie se acercara al piso donde Sara vive con su familia. A medida que avanzaba la mañana, los gritos resonaban por las calles: «¡No me voy!» era la consigna que retumbaba en el aire.
Las mujeres del barrio se congregaron rápidamente para discutir lo absurdo que les rodeaba. «Si es un banco quien está detrás, ¡que les den!», exclamó una vecina indignada. La frustración era palpable; estaban allí no solo por Sara, sino por todas esas familias a las que este sistema ha dejado atrás.
A medida que el caos aumentaba con cada nuevo grupo de curiosos y periodistas buscando captar la esencia del momento, la situación se tornó aún más compleja. Aunque muchos gritaban palabras enérgicas contra los poderes establecidos y el abuso sistemático, había un sentimiento común: esto es insostenible.
Sara luchaba contra una adversidad abrumadora; su hermana Rosario lloraba al hablar sobre cómo su familia había caído en esta espiral sin fin. «¿Cómo puede ser justo esto? Mi hermana está enferma y sola», decía ella mientras sostenía una silla junto al tumulto formado por activistas y medios.
Y así pasaron las horas entre gritos y protestas; gente comprometida alzando sus voces por aquellos que ya no podían hacerlo. Al final del día, aunque el desahucio parecía inminente e inevitable, quedó claro algo fundamental: esta comunidad no dejará solas a quienes sufren. Porque aquí nadie quiere tirar la toalla; todos saben que hay mucho más en juego.