En el corazón del Paseo Marítimo de Palma, la actividad no cesa. Mientras los obreros trabajan a toda máquina para dar los últimos toques a la reforma que culminará el 16 de abril, tanto residentes como empresarios empiezan a alzar la voz ante las molestias que esta situación conlleva. Antonio Ruiz, presidente de la Asociación de Vecinos del Passeig Marítim, no se anda con rodeos: «Uno de nuestros asociados midió más de 92 decibelios desde su balcón debido al bullicio generado por las terrazas», explica con evidente frustración.
La preocupación por el ruido es palpable entre los vecinos. Ruiz critica abiertamente la falta de acción tanto del Ajuntament como de la Autoritat Portuària de Balears (APB). «La APB asegura que las terrazas son su responsabilidad, pero no puede sancionar. Y Cort dice que esa área no les compete. Es un lío administrativo que parece eterno», lamenta. Pero hay más en juego aquí; esto no es solo una cuestión sonora.
Esperanza y preocupaciones
Manuel Jiménez, presidente de la Asociación de Comerciantes e Industriales del Paseo Marítimo (ACOIPAM), también aporta su perspectiva. Después de dos años aciagos marcados por las obras y los estragos provocados por la COVID-19, comienza a vislumbrar un respiro para los negocios locales: «Estamos viendo luz al final del túnel», afirma esperanzado, aunque advierte que aún hay mucho por hacer.
Aunque ya se prepara el terreno para reabrir calles como Sa Pedrera y Monsenyor Palmer justo antes de Semana Santa, Jiménez señala un tema crucial: «El aparcamiento sigue siendo un dolor de cabeza. Necesitamos transporte público constante que conecte lugares clave». Con 1.200 plazas eliminadas debido a este proyecto, él mismo advierte sobre lo necesario que será cambiar hábitos: «La gente deberá acostumbrarse a dejar el coche en casa si quiere disfrutar de las noches en el Marítim».
Así, entre ruidos ensordecedores y preocupaciones por donde dejar el coche, se vive una etapa llena de contrastes en esta zona emblemática. Al final del día, lo único claro es que tanto vecinos como comerciantes anhelan encontrar un equilibrio donde todos puedan convivir sin tirar nada a la basura.