En un ambiente cargado de tensión y pasión, el derbi sevillano dejó al Sevilla FC con un sabor amargo que se repite como un mal sueño. El equipo, en una especie de estado de adolescencia futbolística, se enfrentó a un Betis mucho más maduro y consolidado. Mientras los verdiblancos brillaban con luz propia, el Sevilla parecía perdido, atrapado en sus propios errores.
Un encuentro lleno de tropiezos
Bajo la dirección de Matías Almeyda, este primer derbi no fue más que un reflejo del caos que atraviesa el club. Con cinco puntos de diferencia en la clasificación, que no contaban toda la historia, Almeyda decidió hacer cambios significativos en su alineación: Azpilicueta volvió a la zaga mientras Carmona ocupaba el lugar del lesionado Suazo. Sin embargo, a pesar de estos ajustes tácticos, el Sevilla se encontró rápidamente con una muralla defensiva muy bien organizada por Manuel Pellegrini.
El juego comenzó con promesas de peligro por parte del Sevilla, intentando encerrar al Betis en su propio campo. Pero pronto quedó claro que las intenciones no eran suficientes. La primera parte transcurrió entre imprecisiones y faltas constantes; solo Abde logró inquietar al portero rival con un tiro que requirió una mano salvadora.
Pero todo cambió tras el descanso. Con Kike Salas sustituyendo a Marcao, el Sevilla salió decidido a buscar la portería contraria. Sin embargo, cuando todo parecía indicar que iban a dar un golpe sobre la mesa, ocurrió lo inevitable: Mendy cometió un error garrafal al perder el balón ante Fornals. Este último aprovechó para marcar y cambiar por completo el rumbo del encuentro.
“Cada error nos condena”, reconocía Almeyda después del partido, visiblemente frustrado. Y no le faltaba razón; cada fallo individual desmoronó aún más a un equipo ya tambaleante mentalmente. A medida que avanzaba el partido y tras recibir el primer gol, Sevilla se hundió en el caos total.
Azpilicueta y Vlachodimos intentaron contener las embestidas del Betis –que seguía fiel a su plan– anotando incluso un segundo gol desde una falta directa mientras los blanquirrojos parecían perder completamente la cabeza. En los minutos finales la situación llegó al extremo: Isaac fue expulsado por una entrada desafortunada y hasta hubo interrupciones debido al lanzamiento de objetos desde las gradas.
Al final, esa derrota por 0-2 dejó clara una realidad dolorosa: cada vez que tienen más posesión acaban perdiendo; cada vez que entran en desventaja es como si se les cayera el mundo encima. Un nuevo baño helado para unos jugadores necesitados de victorias y autoconfianza; pero esta vez parecía claro que ni siquiera sabían cómo salir adelante ante su eterno rival.

