La selección española de fútbol se encuentra en un momento crucial, y lo demostró en su enfrentamiento contra Francia. Nico Williams, con un despliegue de talento que dejó huella, abrió el marcador en una semifinal donde España soñaba con alcanzar su segunda final consecutiva de la Liga de las Naciones. Fue justo después de unos minutos de tensión, cuando la presión gala parecía ahogar a nuestros chicos. Pero Nico, como un rayo, logró batir a Maignan y encender la chispa del equipo.
La respuesta rápida que cambió el rumbo
Y no fue solo él; Mikel Merino también se lució, aportando ese extra que muchas veces se necesita. En cuestión de tres minutos, ¡pam! Dos goles que dejaron a los franceses atónitos, sin saber cómo reaccionar ante este torrente español. El primer tanto llegó tras una asistencia magistral de Oyarzabal, jugando con la inteligencia propia de un nueve clásico. Esa jugada hizo que Williams sumara su quinto gol con la roja; ¡qué bonito es ver crecer a nuestros futbolistas!
Poco a poco, la confianza empezó a florecer en el equipo tras ese primer gol vital. Luis de la Fuente supo reconocerlo y hacer ajustes estratégicos en el campo: moviendo piezas para sacar lo mejor de cada jugador. Merino no siempre es titular indiscutible, pero tiene esa capacidad para aparecer cuando más se le necesita; algo ya demostrado en momentos clave anteriores.
A medida que avanzaba el partido y España comenzaba a sacudirse las dudas iniciales, fuimos testigos del talento colectivo: dos goleadores intercambiando posiciones como si estuvieran bailando al compás del juego. De esos apuros pasamos al festín goleador, dejando claro que esta selección tiene mucho por ofrecer.