El argentino Giuliano, tras varios partidos como espectador, finalmente tuvo su oportunidad como titular con el Atlético de Madrid. Fue en Balaídos, contra el Celta, donde se jugó un encuentro que quedará grabado en su memoria. Enfrentándose a la presión de demostrar su valía, se encontró en una posición poco habitual para él: el carril izquierdo de una defensa de cinco. Sin duda, un reto que muchos no hubieran querido asumir.
Un debut complicado pero necesario
Pese a las expectativas, la actuación del 22 no fue precisamente brillante. Durante más de una hora, los celestes aprovecharon cada oportunidad para ponerle las cosas difíciles. Aspas y Williot fueron constantes amenazas desde su banda, mientras Carreira ganaba duelos uno tras otro. La falta de confianza y un poco de miedo lo hicieron titubear en varias ocasiones. Sin embargo, había algo positivo en todo esto: su equipo salió victorioso del encuentro.
Después de ese partido difícil, Giuliano sabía que no le habían regalado nada; aún le quedaba camino por recorrer para ganarse un puesto fijo en el once inicial. Así fue como vio desde el banquillo los siguientes dos encuentros: uno ante el Real Madrid y otro contra la Real Sociedad. Aunque había tenido algunas apariciones fugaces antes, fue durante un partido contra el Leganés donde realmente comenzó a brillar al dar una asistencia crucial a Griezmann.
Desde entonces, las cosas cambiaron radicalmente para él. Al llegar al césped artificial de Vic con su equipo en racha, comenzó a destacar y sumó goles y asistencias a su cuenta personal. Su evolución ha sido notable; ya no es aquel chico inexperto que llegó hace meses a Vigo; hoy es un jugador decisivo que ha aprendido a enfrentarse con garra tanto en ataque como en defensa.
Ahora volvemos a ver al Celta en el horizonte y lo hacemos con otra perspectiva: Giuliano ha dado la vuelta a su situación y se ha convertido en un auténtico muro para los rivales. Sin duda alguna, este joven futbolista ha demostrado que tiene mucho más que ofrecer al fútbol europeo.