Palma

María, la octogenaria que se rebeló contra las aceras rotas en Santa Catalina

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María, una vecina de Santa Catalina, decidió que ya era hora de actuar. A sus ochenta años, no se quedó de brazos cruzados esperando a que el Ajuntament solucionara los problemas de su calle, la Fàbrica. Con un spray anaranjado vibrante en mano y 20 euros menos en su bolsillo, salió a marcar los desperfectos del pavimento. «Me sale más barato pagar una multa que seguir tropezando», cuenta con determinación.

Un grito de indignación

Durante años, había enviado cartas al consistorio sin obtener respuesta alguna; su casa se ha convertido en un archivo de papeles que parecen hablar más del abandono que del compromiso institucional. La paciencia tiene un límite y María lo alcanzó hace dos días cuando decidió tomar acción: «Los vecinos me aplaudieron cuando me vieron». Uno incluso le confesó haber caído y perder el conocimiento por culpa de esas baldosas maltratadas.

Y es que no es solo ella quien ha sufrido las consecuencias; una pariente suya también tuvo una caída reciente. «Venía hecha un cuadro», recuerda con preocupación. María sufrió un accidente hace unos años y se rompió las gafas; esa experiencia le hizo consciente de lo vulnerable que puede ser vivir sola: «¿Quién me cuidará si me vuelvo a caer?»

Lo que más le indigna es ver cómo el Centro de Salud promueve rutas saludables para mayores mientras las aceras siguen siendo un peligro real: «En vez de arreglar las calles dan cursos sobre prevención de caídas».

Su historia resuena con la frustración de muchos ancianos ante la burocracia fría y distante. A pesar de ser una mujer activa y decidida —recordando sus aventuras mochileras por Europa— no puede evitar notar otros problemas en su barrio: coches mal aparcados dificultan el paso a personas ciegas o con movilidad reducida.

María se autodenomina como una especie de «policía del barrio», consciente de que su acción podría considerarse incívica pero convencida de que el fin justifica los medios: «Intento que la gente no se mate», dice sin tapujos. Y avisa: «Voy a ir al IB-Salut, al alcalde… ¡a todos!» Si este es el camino hacia cambios reales, entonces está lista para recorrerlo.

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