La tranquilidad de los vecinos de Pere Garau está en jaque desde hace meses. Un grupo, en su mayoría de etnia gitana, ha decidido okupar un solar abandonado en el cruce entre la calle L’Abat de Sant Feliu y Joan Mestre. Los residentes aseguran que ese terreno es propiedad de la SAREB, pero lo que les preocupa más es cómo han transformado el lugar.
Dentro del solar, una montaña de metal desguazado se amontona cerca de la entrada. Mientras tanto, algunos okupas intentan escapar del calor bajo la sombra, mientras otros trabajan con un viejo ventilador que apenas hace frente al abrasador sol. Para los vecinos, el ruido constante de electrodomésticos siendo desmantelados —incluso los domingos y festivos— ya resulta inaguantable. Y cuando intentan pedirles que paren, lo que reciben son malas formas e insultos.
Un problema sin solución
Los residentes han hecho llegar sus quejas a la OAC de Pere Garau y al 010. Pero las respuestas brillan por su ausencia. “Estamos hasta aquí”, clama uno de ellos, visiblemente frustrado por el espectáculo y sobre todo por el bullicio constante. En ocasiones, una furgoneta llega para cargar cosas, con grupos que pueden llegar a sumar hasta veinte personas en el solar; incluso hay menores entre ellos.
El Policía de Barrio tampoco ha podido hacer nada efectivo. “Si nosotros montamos una barra y ponemos música nos echarían”, comenta indignado un vecino que ve cómo estos okupas parecen tener licencia para hacer lo que quieran. La tensión va aumentando; algunos se plantean dejar su hogar detrás del temor a ser molestados o agredidos.
Las situaciones son cada vez más incómodas: “Hacen sus necesidades ahí mismo”, cuenta otro residente con asco evidente. Y no solo eso: baterías y aceite aparecen tirados por todas partes; incluso venden objetos encontrados por ahí como si fueran mercancía propia.
Cuando se les pregunta a los okupas sobre la situación, ellos alegan que “el solar ya está comprado”. Sin embargo, no parece haber claridad sobre quién es el nuevo propietario ni qué planes tiene para este terreno dividido en dos partes con acceso restringido. Una mujer incluso asegura: “Hemos limpiado el terreno, ¿no lo ven?” Pero para muchos vecinos esta no es más que otra excusa ante un problema que ya se siente insostenible.