En un día cualquiera en Menorca, la tranquilidad se vio interrumpida por una nueva apagada eléctrica que dejó a muchos vecinos en la oscuridad. Pero esto no es solo un problema técnico; es un reflejo de una situación que parece repetirse sin cesar. Mientras tanto, en Eivissa, las tragedias también marcan la actualidad. Un niño británico de tan solo dos años ha perdido la vida ahogado, lo que nos recuerda la fragilidad de nuestra existencia.
La comunidad alza la voz
A medida que las noticias van saliendo a la luz, la Xarxa Educativa per la Llengua no se queda callada. Se levantan con fuerza y determinación para hacerle saber al Govern que “no tenemos miedo. Lo volveremos a hacer”. Este grito resuena como un eco entre los pasillos del poder.
Y si hablamos de luchas, no podemos dejar de mencionar el pacto PP-Vox. Maria de la Mar Bonet lo resume a la perfección cuando dice que “quieren quitar el alma de un pueblo”. Las palabras pesan y nos hacen reflexionar sobre lo que está en juego.
A pesar del caos, hay quienes buscan cambiar el rumbo, como aquellos 36 centros educativos y la facultad de Educación de la UIB, clamando por el fin del genocidio en Palestina. Sus voces son un faro ante tanta oscuridad.
No obstante, los problemas locales siguen golpeando fuerte. Los vecinos de una granja avícola en Llucmajor han respondido al conseller d’Agricultura con frustración: “Hace siete años que aguantamos olor a mierda”. ¡Vaya forma de vivir!
Así estamos, navegando entre apagones y clamores por justicia social, mientras algunos políticos parecen más ocupados haciendo promesas vacías que escuchando realmente a su gente. Nos toca seguir adelante, porque aunque haya sombras siempre habrá luces dispuestas a brillar.