El Real Mallorca sufrió una amarga derrota en Mestalla, donde la falta de puntería se convirtió en su mayor enemigo. Un solitario gol de Diego López fue suficiente para que el Valencia se llevara los tres puntos, a pesar de que los bermellones tuvieron más oportunidades que su rival. Sin Vedat Muriqi ni Larin, la escuadra dirigida por Jagoba Arrasate no logró concretar sus ocasiones y dejó escapar una valiosa oportunidad para alejarse de la zona media.
Un partido lleno de altibajos
Desde el principio, quedó claro que ganar sin goles es prácticamente imposible. Con un equipo local que mostró poco brío, el Mallorca parecía tener lo necesario para hacer daño, pero la realidad fue otra. Las decisiones tácticas de Arrasate reflejaron cierta precaución: al dejar fuera a jugadores clave y al optar por una alineación limitada, se notó que el equipo no llegó con toda su artillería a Mestalla.
Los primeros compases del partido fueron un tira y afloja donde el Mallorca cedió la iniciativa al Valencia, esperando cazar algún error. Sin embargo, esa estrategia resultó ser un arma de doble filo; cada intento de contraataque se frustraba por la falta de conexión entre los mediocampistas y los delanteros. La tensión iba creciendo cuando Raíllo vio amarilla muy pronto en el encuentro, lo que complicaba aún más las cosas para los visitantes.
A pesar del panorama desolador del arbitraje –que pareció favorecer al Valencia–, los bermellones comenzaron a hacerse notar con alguna jugada peligrosa. Pero cuando todo parecía encaminarse hacia una buena acción ofensiva, llegaron esos momentos fatídicos: un error defensivo permitió a Diego López marcar sin oposición alguna tras un fallo compartido entre Raíllo y Morlanes.
El Mallorca intentó reponerse como pudo tras ese golpe bajo; Darder tuvo una oportunidad clara pero no fue suficiente para cambiar la dinámica del partido. La desesperación aumentaba cuando Asano falló un cabezazo solo frente al arco rival tras un buen centro. ¿Cómo era posible? El tiempo corría mientras el equipo visitante buscaba ansiosamente el empate sin lograr hilvanar más de tres pases seguidos.
Los cambios introducidos por Arrasate tampoco lograron revolucionar el juego; muchos cuestionaron la salida de Asano justo cuando empezaba a inquietar al Valencia. A medida que avanzaban los minutos y tras varios parones inesperados debido a incidentes en las gradas, el Mallorca perdió su ímpetu inicial y se limitó a esperar un milagro.
Finalmente, aunque hubo ocho minutos adicionales para revertir la situación, nada cambió en el marcador. Al sonar el pitido final quedó claro que esta derrota dolía mucho más allá del resultado: puso sobre la mesa las carencias ofensivas del equipo justo antes de enfrentar otro duelo crucial contra el Celta la próxima semana. Sin duda, tendrán que trabajar duro si quieren seguir soñando con Europa.