Imaginemos la escena: un tranquilo martes en Palma, donde el sol brilla y los cafés humean en las mesas del Bar Bosch. A eso de las once de la mañana, el bar, ubicado en la vibrante Plaça Joan Carles I, se convierte en el escenario de una comedia algo trágica. Un ladrón, conocido por sus travesuras por la zona, decide que es un buen momento para hacerse con unas monedas de propinas que reposaban despreocupadamente en un plato. Pero no contaba con que un camarero atento lo tendría a la vista.
La huida comienza. El ladrón corre hacia la Plaça de la Reina, mientras el camarero lo persigue gritándole que devuelva el dinero. ¡Qué situación! Intentando despistar a su perseguidor, gira rápidamente hacia la calle Conqueridor, pero su plan se viene abajo cuando tropieza y cae estrepitosamente sobre una mesa repleta de clientes desprevenidos.
Una caída inesperada
Aquel día había un cliente muy especial: el fiscal Tomeu Barceló, exfiscal superior de Balears y ahora acusador público. La escena parece sacada de una película cómica; ¡el café le cayó encima al fiscal mientras todo sucedía! Sin embargo, el ladrón no se detiene ahí; tras levantarse como si nada hubiera pasado, emprende nuevamente su carrera hacia el Born.
No hay duda: este ladrón tiene un poco de gafe. Testigos atónitos llamaron a la policía después del espectáculo digno de recordar. Por ahora, no se sabe si han logrado atraparlo. Al final del día queda claro que robar en Palma no siempre sale como uno espera.

