En un intento por darle un nuevo aire a su dominio, los narcos que controlan el poblado de Son Banya se lanzaron a la compra de 280 palmeras y cuatro olivos. Sí, ¡280 palmeras! La idea era crear una gran avenida ajardinada que, según ellos, haría que el gueto «diera menos miedo». Pero como suele pasar en este tipo de historias, las cosas no salieron como esperaban.
La realidad supera la ficción
A lo largo del martes, las grúas municipales aparecieron para desmontar el sueño verde de estos traficantes. Las plantas, cada una valorada en unos 100 euros, fueron retiradas y llevadas al vivero municipal. Con casi 30.000 euros gastados en palmeras y otros 10.000 en olivos, claramente estaban dispuestos a invertir en una imagen más amable.
Aunque sus intenciones podrían parecer inofensivas a primera vista, hay algo más oscuro detrás: «La generación actual del poblado ha perdido el miedo a la policía», explicaba un mando del cuartel de San Fernando. La realidad es que quieren convertir Son Banya en un lugar atractivo para los transeúntes, donde la gente pueda pasear sin temor entre la basura y los restos de coches quemados.
Como si estuvieran haciendo marketing en vez de lidiar con su cruda realidad, han pasado por varias tácticas comerciales: primero banderitas españolas y luces brillantes; luego escudos de equipos de fútbol para atraer simpatía. Y ahora un jardín que desemboca en una antigua caseta. Sin embargo, esta jugada les ha salido cara y ha despertado la ira entre los narcotraficantes.
No se puede negar que están desesperados. A medida que las grúas hacían su trabajo y eliminaban sus símbolos decorativos, empezaron a impacientarse e incluso a insultar a los operarios municipales. Cuando se pierde dinero así no hay lugar para las bromas; eso es algo que nunca perdonan.

