Era noviembre de 1987, y la Costa del Sol estaba en su apogeo. Marbella brillaba con su glamour, donde las noches eran eternas y los días parecían un sueño. En medio de este espectáculo de opulencia, una tragedia se cernía sobre la familia Nakachian, quienes nunca imaginaron que su vida daría un giro tan oscuro. El secuestro de Mélodie, su hija de solo cinco años, se convertiría en el más mediático de España, orquestado por una mafia francesa desde Mallorca.
Un día fatídico
Raymond Nakachian, un magnate libanés que había hecho su fortuna en Inglaterra y Francia, y Kimera, la famosa cantante surcoreana conocida por sus extravagantes maquillajes y por haber creado el género de ópera rock, vivían en una lujosa villa en Estepona. Conducían un Rolls Royce hasta el supermercado y no tenían guardaespaldas; era como si la vida les hubiera sonreído sin cesar. Pero todo cambió el día 9 cuando el hermanastro de Mélodie llevó a la pequeña al colegio.
En un BMW rojo y brillante, lo que parecía ser una mañana normal se tornó terrorífica. Dos furgonetas blancas bloquearon su camino y cuatro hombres armados irrumpieron con violencia. Redujeron a los adultos rápidamente y se llevaron a Mélodie sin contemplaciones. Al regresar a casa, Raymond junior gritó aterrorizado: ‘¡Han secuestrado a Mélodie!’. Su padre reaccionó con furia: ‘Debiste morir antes que dejar que se llevaran a Mélodie’. Fue una frase lapidaria; esa sería la última vez que hablarían.
La noticia del rapto hizo temblar Málaga. Los medios estaban desbordados; cientos de periodistas acampaban frente a la villa esperando cualquier novedad. Tres días después llegó la demanda del rescate: 16 millones de dólares o la niña pagaría las consecuencias. La presión aumentaba cada hora. El propio ministro del Interior asumió el control del caso enviando 1.500 agentes para localizar a Mélodie sin pagar el rescate.
Raymond exigió pruebas de vida; los secuestradores le enviaron un mechón de pelo junto con un periódico reciente. En ese momento, perdió completamente los papeles delante de las cámaras: suplicó por la libertad de su hija y amenazó con entregar el dinero a otros criminales si algo le ocurría a ella.
A medida que pasaban los días, hubo varias oportunidades para rescatarla pero siempre fallaron en el último momento. Una mujer encontró una cartera con pistas cruciales que llevaron a la policía hacia los sospechosos franceses; así comenzó a cerrarse el cerco sobre ellos.
Casi dos semanas después del rapto llegó el asalto decisivo gracias al trabajo incansable de los GEOS, quienes entraron en un piso donde se sospechaba que estaba escondida Mélodie. La operación fue impecable; encontraron a la niña tranquila en medio del caos y escucharon sus palabras tranquilizadoras: ‘Sois policías, estoy tranquila’.
Finalmente se logró liberar a Mélodie y arrestar a varios implicados en esta trama macabra. Sin embargo, años después saldría a luz cómo algunos criminales habían planeado esto incluso antes del secuestro mientras disfrutaban del ambiente festivo en Mallorca.

