El mediodía del 28 de julio de 1988, me encontraba en la cárcel de Palma con la intención de hablar con un hombre que había captado la atención de toda Europa, especialmente del Reino Unido. Este personaje no era otro que Dennis Howard Marks, conocido por su vida entre las sombras del tráfico de drogas. Solo tres días antes, había sido detenido en un chalet en La Vileta donde vivía con su familia.
Cuando finalmente lo conocí, me sorprendió su cordialidad. Vestía una camisa a rayas y fumaba cigarrillos Winston mientras conversábamos. Me compartió su visión sobre el mundo y dejó caer una frase que marcaría nuestra charla: «Conozco a mucha gente de la alta sociedad que trafica con drogas». Mi compañero Vicente (o Vima, como le llamamos) inmortalizó ese momento con varias fotos antes de despedirnos. Sentí una conexión especial en ese instante; creo que el tiempo me dio la razón al respecto.
Un proyecto truncado y sus repercusiones
Dos semanas después recibí una carta inesperada en el periódico. Era Marks, narrando su situación actual y detallando un ambicioso plan llamado ‘Proyecto Mallorca’. Su idea era traer una multinacional para fabricar equipos informáticos a la isla, con inversores tan influyentes como jeques árabes. Hasta decía haber informado al entonces rey Juan Carlos I sobre esto.
A pesar de los esfuerzos legales de su abogado para evitar la extradición a EE.UU., se perdió esa batalla y fue juzgado en Indiana en 1990 por introducir toneladas de cannabis en Norteamérica. Algunos decían que él controlaba el diez por ciento del cannabis consumido globalmente. La condena fue dura: 20 años, aunque tras cinco logró salir bajo libertad condicional y regresó a Mallorca, aunque ya había vendido su chalet.
Aunque volvió ocasionalmente a la isla, se estableció principalmente en el Reino Unido donde escribió varios libros; uno incluso se convirtió en best seller. Recuerdo un verano cuando trabajó como DJ en Eivissa y más tarde fundó un partido político para legalizar el consumo de cannabis—una iniciativa que no llegó muy lejos.
Nuestro último encuentro fue el 11 de diciembre de 2004, justo antes de que regresara a Londres tras ofrecer un monólogo en un local del Coll den Rabassa. Mi compañero Guillem Picó y yo lo encontramos casi solo en una gran sala del aeropuerto. Al verme sonrió ampliamente; llevaba una maleta que se cayó al suelo dejando escapar algunas pertenencias y… ¡un libro! Antes de recogerlo todo me dijo: ‘Es para ti’. Se trataba del segundo libro que escribió, ilustrado con una foto suya fumando un gran porro.
Charlamos largo rato; recordó aquel titular nuestro y hablamos sobre su antiguo proyecto mencionado en aquella carta. Cuando le pregunté si seguía consumiendo marihuana, respondió sin dudar: ‘Sí, por supuesto’, aunque aclaró rápidamente que no llevaba nada encima. Al despedirnos sentí esa nostalgia palpitante; Dennis murió en 2016 y espero que donde esté ahora encuentre paz.