Sucesos

La lucha de Andrés: del caos del Medusa a la desolación personal

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Todo comenzó un 23 de mayo, un día que Andrés Contreras nunca olvidará. En Platja de Palma, mientras el Medusa Beach se preparaba para recibir a sus clientes con una nueva imagen, el destino le tenía reservado un trágico giro. «Aparqué en un carga y descarga, como estaba permitido», recuerda con amargura. Lo que siguió fue una pesadilla: un derrumbe que segó la vida de cuatro personas y lo dejó atrapado entre los escombros durante tres largas horas.

Andrés no solo perdió su coche ese día; perdió parte de sí mismo. Cuando logró salir de esa oscuridad, tras ser rescatado por los bomberos, se dio cuenta de que su vida había cambiado para siempre. «Nada volverá a ser lo mismo para mí», confiesa visiblemente afectado. El dolor físico es solo una parte del sufrimiento; la precariedad económica se ha convertido en otra carga pesada. “No tengo ingresos y no puedo trabajar”, dice con frustración.

Un coche olvidado y una deuda inaceptable

Cuatro meses después del accidente, cuando finalmente decidió recuperar su vehículo, la realidad le golpeó aún más fuerte: le exigían 7.000 euros por dejarlo allí tras el derrumbe. Un coche que él había aparcado correctamente, pero que ahora había sido desguazado sin compasión alguna. “Me dijeron que no sabían de mi situación cuando lo hicieron”, explica indignado, “pero si ahora lo saben, ¿por qué no me devuelven mi coche o al menos su valor?”

Las secuelas físicas también son devastadoras. Tras salir del hospital y pasar meses en inmovilización absoluta, hoy vive con limitaciones severas. “No puedo estar más de una hora de pie”, dice angustiado sobre su futuro laboral como camarero. La sombra del accidente persiste en cada rincón de su vida; incluso al regresar al lugar donde ocurrió todo siente miedo y tristeza.

Andrés no es solo un superviviente; es también un testigo crucial de las historias que rodean esta tragedia. Su voz resuena cuando habla por los demás afectados: “No somos solo números o estadísticas; somos personas cuyas vidas cambiaron para siempre”. Ha interpuesto reclamaciones contra el Ajuntament de Palma sin obtener respuesta significativa hasta ahora: “Ni siquiera me han llamado para preguntar cómo estoy”, concluye con decepción.

Aquella tarde fatídica marcó un antes y un después en su existencia y aunque la vida sigue para muchos a su alrededor, él siente que ha quedado atrapado en un limbo entre recuerdos dolorosos y esperanzas marchitas.

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