En una noche que prometía ser tranquila, la familia de un turista británico de 44 años vivió una experiencia aterradora en el Port d’Andratx. Tras disfrutar de una cena en uno de los restaurantes más elegantes de la zona, se encontraban paseando con su pequeña hija cuando el horror les sorprendió. Tres hombres, como sombras que emergen de un coche, se lanzaron sobre ellos y le arrebataron el Rolex que llevaba en la muñeca. Un reloj que no es solo un objeto, sino una pieza valorada en unos 40.000 euros.
El terror de una familia tranquila
La escena fue desgarradora. La niña, asustada por lo que estaba ocurriendo, empezó a chillar mientras sus padres intentaban comprender lo que estaba pasando. Los gritos alertaron a los transeúntes y al personal del hotel cercano, pero ¿de qué sirvió? En cuestión de segundos, los delincuentes desaparecieron tan rápido como llegaron, dejando a la familia sumida en el pánico.
Apenas minutos después del atraco, las patrullas de la Policía Local y la Guardia Civil llegaron al lugar. Los agentes comenzaron a hablar con testigos, intentando juntar las piezas del rompecabezas para atrapar a esos criminales que parecen moverse con total impunidad. Y es que todo apunta a que estos ladrones conocían bien su terreno; fuentes cercanas sugieren que habían estado vigilando al turista antes del ataque.
No podemos quedarnos callados ante situaciones así. Este tipo de actos violentos no solo ponen en riesgo a los visitantes; también afectan nuestra comunidad y su reputación. Es hora de exigir más seguridad y proteger lo que realmente importa: nuestras familias y nuestros lugares seguros.