La noche del 29 de julio, un fuego voraz se apoderó de un piso en el barrio de El Vivero, dejando tras de sí la pérdida desgarradora de una mujer de 64 años. Todo apunta a que las llamas, que se extendieron con sorprendente rapidez, comenzaron por un accidente. La víctima padecía síndrome de Diógenes y eso complicó aún más la situación.
Menos de 24 horas después del siniestro, el edificio aún respiraba la tragedia. Desde fuera, se podía ver cómo el humo había dejado su huella en la fachada, sobre todo en la tercera planta donde vivía la fallecida. El aire estaba impregnado de ese olor a quemado que hacía que cualquiera que pasara por allí mirara hacia el lugar del desastre.
Voces del barrio
En los bares cercanos, los clientes no podían hablar de otra cosa. Rebeca, vecina más cercana a la víctima, recuerda con angustia esa noche fatídica: «Estábamos durmiendo y escuchamos una explosión. Cuando me asomé vi mucho fuego y humo». En estado de shock, tuvo tiempo para gritarle a su marido que cogiera a su hija y al perro: «¡Corre!», les decía mientras trataba desesperadamente de contactar con emergencias.
A pesar de sus esfuerzos para alertar a los servicios médicos, al llegar ya era demasiado tarde. «La mujer se estaba quemando viva», clamaba Rebeca entre lágrimas. La realidad es dura; ella cree firmemente que esto podría haberse evitado. La acumulación de basura en el hogar y las escaleras eran problemas conocidos por todos en el edificio y habían sido discutidos en varias reuniones comunitarias sin éxito.
Una trabajadora del bar cercano añade algo importante: «No era mala persona», pero su comportamiento cambiaba drásticamente según el día. Rebeca también comenta cómo le resultaba difícil interactuar con ella algunas veces; había días en los que se mostraba razonable y otros donde parecía perdida.
No obstante, lo más inquietante son las historias sobre brujería que rodean a esta mujer. Su afición por lo oculto había desencadenado incidentes previos; uno reciente incluso provocó otro incendio cuando intentaba realizar un ritual con velas. Todo esto dejó claro para muchos vecinos que existía un patrón problemático.
A pesar del trágico desenlace y las limitaciones impuestas a las autoridades ante su situación personal -no violenta ni perjudicial directamente- nadie puede negar que este incendio fue un llamado urgente para todos nosotros. Una vida perdida siempre nos deja reflexionando sobre qué pudimos haber hecho diferente.