En una sala de juicio que parece sacada de una novela, un anticuario de Albacete se enfrenta a la justicia. La historia comienza con la muerte de un coleccionista mallorquín, quien dejó tras de sí unas tallas de marfil que ahora están en el ojo del huracán. Junto a él, su supuesta intermediaria está también en el banquillo, ambos acusados de haber traspasado las fronteras del legalidad al vender objetos elaborados con cuernos de elefante.
Un negocio arriesgado y sin papeles
Todo esto se remonta a 2019, cuando el Seprona, esa unidad especializada de la Guardia Civil que vela por nuestra fauna, detectó una transacción sospechosa. Y es que desde 1986 está claro: para comerciar con este tipo de piezas hace falta un montón de documentación que garantice que no provienen de la matanza indiscriminada de animales protegidos. Sin embargo, los agentes testificaron ayer que ni rastro había de esos certificados. Lo único que encontraron fueron unas fotografías mal tomadas; nada más.
El hijo del difunto explicó cómo esas reliquias venían como parte de una herencia familiar y habían estado años guardadas en casa. Por otro lado, el comprador se defendió diciendo que este comercio no estaba realmente prohibido. Pero lo cierto es que la transacción cerró en 3.500 euros y eso levantó todas las alarmas.
Aún así, la intermediaria ha negado cualquier implicación en esta operación oscura y afirma no conocer a los otros acusados. Ambos enfrentan cargos graves por contrabando de especies amenazadas. En fin, esta historia nos recuerda cómo algunos están dispuestos a tirar todo sentido común por dinero, sin pensar en las consecuencias para nuestro planeta.