Imagina estar disfrutando de unas vacaciones en una isla paradisíaca, con la brisa marina acariciando tu rostro y la música envolviéndote. Eso era lo que le pasaba a una joven suiza de 24 años, que el pasado jueves decidió salir a disfrutar de la vida nocturna del Paseo Marítimo. Pero, como suele ocurrir en las mejores historias, esa noche daría un giro inesperado.
Un encuentro desafortunado
La chica había llegado con la ilusión de pasarlo bien, pero cuando conoció a dos chicos jóvenes en una conocida discoteca, las cosas empezaron a cambiar. A las 05:00 horas, tras decidir dejar el local y seguir con la fiesta en otro sitio, uno de ellos se ofreció a acompañarla. Lo que parecía un gesto amistoso pronto se convertiría en algo muy diferente.
A medida que avanzaban hacia el siguiente bar, el chico comenzó a acercarse más de lo normal, besándola y tocándola sin que ella quisiera. “No me dejaba,” relató después la joven sobre ese momento tan incómodo. Ante su negativa, él optó por ser violento: la empujó al suelo y le robó sus pertenencias: cartera, bolso y un teléfono móvil de última generación.
A pesar del miedo y la confusión, ella no se rindió. En un acto desesperado, corrió detrás del agresor intentando agarrarlo por la camiseta y las gafas. Pero él fue más rápido y logró escapar entre las sombras del Paseo Marítimo.
Pérdida y desolada tras el robo, la joven recurrió a unos estudiantes amables que le prestaron su móvil para llamar a su madre en Suiza. Esta contactó rápidamente con su abuelo en Mallorca para que viniera al rescate. Juntos se dirigieron a comisaría para denunciar lo ocurrido mientras la Policía Nacional ya comenzaba a investigar los hechos.
No debería haber lugar para este tipo de situaciones en nuestras calles; es hora de hacer oír nuestras voces y protegernos unos a otros.