En una tarde que prometía ser como cualquier otra, la Policía Nacional recibió un aviso inquietante. El hedor insoportable que emanaba de una chabola cerca del poblado gitano de Son Banya había llevado a los vecinos a pensar lo peor. A nadie le gusta hablar de esto, pero todos sabían que algo raro estaba pasando. La situación era tan crítica que no se trataba simplemente de un perro muerto, como algunos habían supuesto.
El descubrimiento del cuerpo
Los equipos de emergencias llegaron al lugar para investigar el origen del nauseabundo olor. Al entrar en la caseta, se encontraron con la trágica realidad: el cuerpo sin vida de un hombre de unos 45 años y de nacionalidad española. Su estado era preocupante; había estado allí tanto tiempo que el proceso de descomposición ya había hecho su trabajo. Este hombre, según fuentes cercanas, podría haber sido un habitual del entorno de Son Banya.
La ubicación no es casualidad; este camino lleva hacia zonas donde el tráfico de drogas es moneda corriente. En las últimas semanas, los vecinos habían comentado sobre ese olor penetrante, pensando incluso que podría tratarse de una rata, aunque pronto descartaron esa idea porque estos animales son más pequeños y tienen un olor menos intenso.
El Grupo de Homicidios ha tomado cartas en el asunto y está revisando cada rincón y cada detalle para esclarecer lo ocurrido. Aunque los primeros indicios apuntan a una sobredosis, aún queda esperar a la autopsia para confirmar esta teoría. Lo cierto es que no hay señales evidentes de violencia y parece que este hombre lleva días o incluso semanas sin vida.
Las casetas deterioradas alrededor son tristemente conocidas por ser refugio para quienes buscan escapar mediante las drogas. En los últimos años, hemos visto demasiados cuerpos encontrados entre la maleza o en casas abandonadas; es una realidad desgarradora que nadie debería tener que afrontar.