La tranquilidad que solía caracterizar la calle Bonaire de Binissalem se ha visto truncada por un hecho macabro: un conejo muerto, acompañado de una amenaza aterradora: «Sonia, paga la droga o te mataré». Esta situación no es solo una noticia más; es el reflejo del miedo palpable que habita en los vecinos. Carla, quien vive a pocos pasos del piso okupado, comparte su inquietud: «La cosa ha ido de mal en peor». La gente está sufriendo y lo dice sin tapujos.
Una comunidad asediada
Las quejas son numerosas y las razones variadas. Desde gritos ensordecedores hasta peleas nocturnas, pasando por el tráfico de drogas, todo se siente cada vez más como una pesadilla. «No nos atrevemos a salir cuando cae la noche», confiesa Carla, madre de dos pequeños. Para intentar recuperar algo de seguridad en sus vidas, están pensando en instalar cámaras. Otra vecina, también con miedo a represalias, expresa su preocupación por una piscina inflable que han colocado los okupas sobre una estructura inestable: «Eso no aguanta ni un chapuzón».
A pesar de haber acudido varias veces a la Policía Local y al Ajuntament para expresar su angustia, se sienten desamparados. Les dicen que no pueden hacer mucho más ante esta situación desesperante. La imagen del edificio okupado es deplorable; cristales rotos y manchas oscuras en la entrada cuentan historias de abandono y peligro.
Carla añade otro detalle desgarrador: parece que la okupa tiene dos hijos pequeños. Ella misma reconoce que hay problemas serios con el padre de los niños y muchas veces estos pequeños van sin comer si deben irse con él. “Viven un auténtico caos”, lamenta.
Fuentes del Ajuntament han asegurado que aumentarán la presencia policial en la zona para investigar si efectivamente este lugar es un punto caliente para el tráfico de drogas. Los vecinos ya están cansados; lo sucedido recientemente con el conejo muerto y las amenazas no hace más que intensificar esa sensación abrumadora de inseguridad.