El macrojuicio más grande que ha visto Mallorca por tráfico de drogas ha llegado a su punto culminante en la Audiencia de Palma. Durante dos meses, hemos sido testigos de un espectáculo que revela la magnitud de una red que movía 1.700 kilos de cocaína. Pero no se trató solo de números; hay historias, vidas y decisiones detrás de cada kilo incautado.
Un entramado criminal bien organizado
La Policía Nacional y la Guardia Civil lograron desmantelar una organización que traía cocaína y éxtasis a nuestra isla desde Barcelona y Valencia. Era un juego peligroso donde los transportistas particulares se convertían en cómplices involuntarios, llevando la droga camuflada hasta el Port d’Alcúdia.
En total, cuarenta de los cincuenta acusados han decidido hablar. Algunos han pactado con la acusación, mientras que otros, como Gabriel Amaya González, conocido como El Ove, han negado cualquier relación con esta oscura trama. La Fiscalía sostiene que formaban parte de un grupo estructurado dividido en tres equipos: uno aquí en Mallorca y dos más en la Península, dedicados a importar y distribuir esta sustancia letal.
A medida que avanzaba el juicio, quedó claro que había un camionero español al frente del equipo mallorquín, quien reclutaba transportistas para ocultar la droga entre sus cargas habituales. Esa cocaína llegaba hasta nosotros tras ser recogida en Barcelona y luego almacenada en una nave en Marratxí.
Todo comenzó cuando las fuerzas del orden interceptaron varias partidas sospechosas. La operación Fade-Tucman duró casi dos años y terminó con 70 registros domiciliarios donde se hallaron grandes cantidades de droga tanto aquí como en Catalunya y Valencia. Este juicio no solo es una historia sobre el crimen; es también un recordatorio del impacto que estas actividades tienen en nuestra comunidad.