En el cuartel de San Fernando, el apellido Medrano resuena con fuerza. Delfín Medrano, un veterano con 32 años de servicio, y su hijo Carlos, que recién comienza su andadura en prácticas, representan una saga que ha marcado huella en la Policía Local de Palma. Pero no es solo eso; son la segunda y tercera generación de una familia entregada a la protección y el servicio. Todo comenzó con Cruz Medrano, el abuelo de Carlos, quien se unió al cuerpo en 1970 y dejó una herencia imborrable al retirarse en el 2000.
Vocación por encima de todo
Delfín nos cuenta cómo ser policía no es simplemente un trabajo; es una verdadera vocación. «Cuando yo era joven y veía a mi padre en uniforme, me inspiraba profundamente. Ser policía es ayudar a los demás», confiesa con orgullo. Y Carlos, que siempre ha tenido claro su destino desde que era pequeño, añade: «Ver a mi padre así siempre fue un motivador para mí. No dudé en opositar tras acabar bachillerato».
La conversación se torna entrañable cuando le preguntamos sobre lo que pensaría Cruz si pudiera verlos hoy: «Estaría muy orgulloso de nosotros. Lo sé», dice Delfín mientras sonríe. La cercanía entre ellos se siente palpable; más allá del vínculo familiar está esa pasión compartida por servir.
Pero ¿qué futuro le espera a Carlos dentro del cuerpo? Aún está explorando diferentes áreas dentro de la seguridad ciudadana, pero tiene claro que quiere encontrar su lugar: «Me gustaría integrarme en una unidad específica y quizás algún día llegar a ser mando». Sin embargo, también muestra humildad al reconocer que aún tiene mucho por aprender.
Delfín reflexiona sobre su larga trayectoria: «A estas alturas me siento totalmente realizado. He trabajado codo a codo con la Policía Nacional y lo más gratificante son esos agradecimientos sinceros de la gente». Con una mirada nostálgica recuerda cómo cada jornada parece nueva para él; hasta siente tristeza al pensar en su futura jubilación.
Aunque los tiempos han cambiado y cada vez ingresan policías más jóvenes, ambos coinciden en algo esencial: la vocación sigue viva. Delfín asegura que antes entraban porque realmente les apasionaba el trabajo; Carlos agrega que hay quienes descubren esa pasión cuando ya están dentro del cuerpo.
Y aunque Delfín solía ser reservado sobre su trabajo ante su padre, ahora es Carlos quien busca consejo constante: «Le pregunto sobre cómo actuaría él ante diferentes situaciones». Esa relación mentor-aprendiz da vida a sus días laborales.
En cuanto al estado actual de la Policía Local de Palma, Delfín ve un resurgir positivo aunque reconoce retos importantes por venir: «Afrontamos muchos problemas sociales como la vivienda. Creo firmemente que todas las Policías Locales necesitaremos ampliar nuestras competencias».