En un ajetreado fin de semana en la Playa de Palma, la Policía Nacional, junto con la colaboración de la Policía Local, ha realizado una serie de detenciones que han dejado a más de uno boquiabierto. Entre el 5 y el 8 de junio, siete hombres, provenientes de países como Argelia, Georgia, Rumanía y Colombia, fueron arrestados por hurtos que pusieron en jaque a los turistas desprevenidos.
Una madrugada al acecho
Todo comenzó la madrugada del 5 de junio. En la carretera de s’Arenal, unos agentes vestidos de paisano observaron a tres individuos que se movían como sombras entre las tumbonas. Uno se agachó mientras los otros dos lo vigilaban. De repente, desaparecieron corriendo hacia un parque cercano donde se encontraron con otro cómplice. La víctima del robo no tardó en aparecer; había perdido su bolso con ropa, dinero y su móvil.
Los sospechosos no tardaron en ser reconocidos por ella misma. Cuando los policías se acercaron, uno arrojó algo al suelo y todos comenzaron a correr despavoridos. Sin embargo, su intento por escapar fue inútil; fueron interceptados y uno llevaba consigo un teléfono que no le pertenecía. Entre lo que habían dejado atrás estaban las pertenencias robadas que finalmente regresaron a su dueña.
Al día siguiente, en una escena similar pero igual de tensa, otro hombre fue sorprendido tratando de ocultar un bulto bajo la caseta del socorrista después de haber sustraído una cartera y un billete. Las declaraciones posteriores dejaron claro que sus intenciones eran menos que honestas.
No contentos con ello, dos días más tarde los mismos agentes identificaron a tres hombres conocidos por sus fechorías anteriores y decidieron seguirles el rastro. Mientras dos distraían a una víctima potencial con gestos furtivos, el tercero aprovechó para robarle el móvil directamente del bolsillo del pantalón. Pero esta vez tampoco lograron escapar: fueron detenidos antes de poder deshacerse del botín.
La seguridad parece estar tomando cartas en el asunto en unas playas donde los turistas deberían disfrutar sin preocupaciones. ¿Qué nos queda por hacer? Mantenernos alerta y recordar que siempre hay alguien cuidando nuestras espaldas.