La mañana del martes se tornó sombría en Cala Millor. Un turista alemán de 82 años, que disfrutaba de un día soleado junto a su esposa, sufrió una parada cardiorespiratoria que le costó la vida. Todo ocurrió alrededor de las 11:00 horas, cuando el hombre se sintió mal y se desplomó repentinamente sobre la arena.
El caos se desató frente a la torre de vigilancia. Los socorristas, al ver lo que sucedía, actuaron con rapidez, activando el protocolo de emergencia. Comenzaron las maniobras de reanimación cardiopulmonar y no escatimaron esfuerzos: aplicaron oxigenoterapia y utilizaron un desfibrilador externo automático (DEA). Pero el tiempo pasaba y los minutos parecían eternos; más de 35 minutos intentaron devolverle la vida hasta que llegó el personal sanitario del 061.
Una comunidad conmovida
A dos ambulancias, una básica y otra medicalizada, les fue imposible revertir lo que ya era inminente. Al final, solo pudieron confirmar lo peor: el fallecimiento del octogenario. Esta tragedia no solo afectó a su familia; también dejó a muchos bañistas atónitos y preocupados por la fragilidad de la vida. Las autoridades locales, incluyendo agentes de la Policía Local de Santa Llorenç y miembros de la Guardia Civil, acudieron al lugar para atender esta desgarradora situación.
Cala Millor hoy no es solo un destino turístico; es un recordatorio brutal de que cada momento cuenta. La tristeza se siente en el aire mientras todos reflexionamos sobre cómo puede cambiar todo en un instante.