Era de madrugada, concretamente a las 06:20 del 29 de mayo, cuando un grupo de agentes de la Policía Local de Palma recibió una alerta que cambiaría el rumbo del día. En la calle Alfons el Savi, un joven estaba forzando las ventanillas de varios vehículos, dejando tras de sí un rastro evidente de su actividad ilícita. Los vecinos, preocupados por lo que sucedía, decidieron intervenir y dar aviso a las autoridades; su colaboración fue crucial.
Las huellas del delito
Cuando los policías llegaron al lugar, no tardaron en encontrar dos coches con evidentes señales de haber sido manipulados: cristales rotos y el interior hecho un desastre. Pero eso no era todo; a pocos metros, interceptaron a un chaval que cumplía con la descripción dada por los testigos. Aunque él intentó negarlo todo, sus manos lo delataban: pequeños cortes en los dedos eran prueba suficiente de su implicación.
El joven, con tan solo 22 años y nacionalidad española, se vio obligado a confesar que se había hecho daño al intentar abrir esos coches. Su historia es dura; llevaba meses viviendo en la calle y había caído en la espiral de la adicción a las drogas. ¿Qué otra opción le quedaba? Esa desesperación lo llevó a cometer actos como este para conseguir algo de dinero.
Pero esto no acabó aquí. Al consultar sus antecedentes, los agentes descubrieron que ya tenía una requisitoria judicial pendiente para ingresar en prisión por otro delito relacionado con vehículos. Así que finalmente fue detenido y llevado al depósito municipal mientras se le atendían sus lesiones menores.
Aquí vemos una vez más cómo el círculo vicioso puede atrapar a jóvenes como él. La Sala de Atestados ahora se encarga del caso y toda la documentación ha sido remitida a la Policía Nacional. Una historia triste pero real que nos recuerda la importancia de estar atentos a lo que sucede en nuestras calles.