Sucesos

Los robos en el cementerio de Llucmajor: un dolor que no respeta ni a los muertos

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Imagina la escena: Juana, con todo el cariño del mundo, lleva un par de macetas especiales para su madre al cementerio de Llucmajor. Era un jueves 1 de mayo, y una de las macetas era tan bonita que le habría encantado. Sin embargo, cuando su padre fue a visitar la tumba el domingo, ¡sorpresa!, ya no estaba donde ella la había dejado. La frustración se apodera de ella mientras comparte su experiencia.

Y no está sola. Los vecinos cuentan historias similares y parecen confirmarlo: esto no es algo nuevo. De hecho, los robos están aumentando cada vez más. «No entiendo por qué lo hacen», dice Juana con tristeza y rabia en sus palabras. ¿Cómo se puede tener tan poca consideración por aquellos que ya no están? Ella siente una impotencia abrumadora al ver que lo que compró con amor ha sido despojado por alguien sin respeto alguno.

Un problema conocido

Una veintena más se han sumado al clamor en redes sociales tras escuchar sobre otros robos. «A mí me han quitado un ángel de piedra que tenía en la tumba de mi hermana», comenta otro vecino, mientras recuerda cómo también le robaron unas rosas preciosas en memoria de su padre. La situación es triste pero real; cada vez son más quienes comparten su pesar.

Según un empleado del Llar d’Estels, la empresa encargada de gestionar estos cementerios, este fenómeno ocurre desde hace tiempo y no solo afecta a Llucmajor. También hay denuncias en Porreres, Algaida e incluso Palma o Alcúdia. Las macetas y adornos desaparecen como si fueran objetos sin valor; las orquídeas son especialmente codiciadas. «La gente no tiene vergüenza», dice el trabajador resignado.

A veces parece que las cosas ocurren bajo nuestros ojos sin poder hacer nada al respecto. El cementerio cierra a las 18:00 horas en invierno y a las 20:00 horas en verano; aún así, los hurtos siguen sucediendo incluso cuando hay visitantes alrededor. «Si no atrapas a nadie in fraganti es imposible detenerlo», confiesa el empleado con frustración.

Mientras algunos intentan adaptarse a esta realidad llevándose macetas enormes para evitar robos, otros simplemente optan por soluciones más prácticas como comprar adornos plásticos. La indignación crece entre quienes sienten que ni siquiera sus seres queridos pueden descansar en paz. Muchos expresan su impotencia ante una situación que parece ignorarse desde el Ayuntamiento.

Pese a las numerosas quejas, la policía local parece ajena a este asunto; para muchos vecinos parece haber una razón detrás del silencio sobre estos hurtos constantes. La tristeza invade cada visita cuando descubren que lo comprado para honrar a sus seres queridos ya no está donde debería.

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