Juan Antonio Crespí no podía creer lo que sus ojos veían. En su cochera, esa que había sido su refugio y taller, las llamas habían devorado todo a su paso. Con 63 años a cuestas y una pasión desmedida por el ciclismo, se encontró este domingo por la mañana con un escenario dantesco: siete bicicletas de competición, cada una valorada entre tres y cuatro mil euros, reducidas a cenizas.
Con una linterna en mano, iluminaba el manillar de lo que alguna vez fue su orgullo. Las manos le temblaban, negras del hollín acumulado tras amontonar los restos de lo que había sido su vida ciclista. «Es increíble», decía mientras el olor a quemado impregnaba el ambiente. Solo una moto Honda Crossrunner logró sobrevivir al desastre.
Una noche para olvidar
Aquella madrugada fatídica comenzó como cualquier otra. Su hermano estaba cuidando de su madre de 93 años cuando, al levantarse para ir al baño, notó algo raro en el aire. El humo se colaba por la ventana y pronto se dieron cuenta del incendio. Con la ayuda de dos vecinos, lograron sacar a la anciana a la calle antes de que las llamas hicieran más estragos.
Los bomberos llegaron rápidamente, pero no sin antes tener que romper la persiana del garaje para acceder al fuego que ya amenazaba con expandirse. La situación era crítica; incluso se escucharon explosiones debido a la acumulación de calor y humo. «Voy a tener que pasar la noche aquí pendiente del garaje», decía Juan Antonio con voz quebrada mientras observaba cómo sus sueños se esfumaban en el aire.
A pesar del susto y la devastación material, lo importante es que nadie salió herido. Pero el dolor por perder esas bicicletas –compañeras fieles en tantas rutas– es algo difícil de olvidar. «Volveré a coger la bicicleta…», afirmó entre lágrimas mientras miraba hacia lo que alguna vez fue su pequeño universo sobre ruedas.