En Palma, la historia de un secuestro ha dejado a todos con la boca abierta. Un hombre, cuyo nombre no se revela, se ha visto condenado a dos años de cárcel por haber montado una emboscada que culminó en una detención ilegal. ¿El motivo? Una deuda que su suegro tenía con él. Así es, la codicia y el desespero pueden llevar a situaciones extremas.
Todo ocurrió hace un año, en julio, cuando este individuo decidió tomar cartas en el asunto de manera bastante violenta. La víctima, que trabajaba en una inmobiliaria, recibió una llamada desde un número desconocido. Sin saber lo que le esperaba, aceptó ver un inmueble bajo un nombre falso y se citó con su agresor en Vista Alegre, Palma.
Un encuentro tenso y aterrador
A las dos y media de la tarde llegó al lugar acordado, solo para ser recibido por el acusado y otro cómplice cuya identidad permanece en el aire. En cuestión de segundos, le arrebataron las llaves del coche y su teléfono móvil, manteniéndolo retenido durante media hora mientras le lanzaban amenazas como si nada. “¿Dónde está tu suegro? No me mientas”, le decía el agresor entre gritos y presión psicológica. Era claro: quería saber dónde vivía ese moroso que le debía dinero.
La víctima fue obligada a llamar a su suegro repetidamente; sin embargo, como este no contestaba sus insistentes llamadas, la presión aumentaba cada vez más. Finalmente, tras obtener información sobre su paradero, lo dejaron marchar con un aviso escalofriante: “De esto no cuentes nada”. La Fiscalía inicialmente pedía cinco años tras las rejas por los delitos de detención ilegal y amenazas; sin embargo, tras llegar a un acuerdo inesperado, la condena se redujo a esos dos años suspendidos, siempre que no vuelva a delinquir durante ese tiempo.
Así queda esta inquietante historia en nuestra memoria: cómo una deuda puede llevarnos al límite y hacer que algunos opten por caminos oscuros e inusuales para resolver problemas económicos.