En una mañana que prometía ser tranquila, el poblado de Son Banya se convirtió nuevamente en el escenario de una batalla entre la ley y quienes han decidido vivir al margen de ella. Esta vez, los técnicos del departamento de Urbanisme, respaldados por un despliegue impresionante de grúas y la Policía Local de Palma, llegaron para derribar una caseta que, bajo un manto de colores patrios, había sido levantada por narcos justo durante el Día del Trabajador. Un acto descarado que no solo desafía a la comunidad, sino que también intenta burlarse del propio sistema.
La lucha continúa
A medida que las grúas se preparaban para hacer su trabajo, los funcionarios del grupo científico de la Policía Nacional estaban dentro recogiendo pruebas. Su tarea era crucial: identificar quiénes habían estado utilizando esa chabola como refugio. Pero no todo quedaría ahí; tras desmantelar esta construcción emblemática para el tráfico de drogas, dos edificaciones ilegales más caerían esa misma jornada.
No es la primera vez que esto sucede. De hecho, esta es ya la cuarta ocasión en la que las autoridades entran a Son Banya con el firme propósito de acabar con estas infracciones urbanísticas. Y a pesar del esfuerzo continuo del alcalde Jaime Martínez, quien ha dejado claro que “no habrá impunidad”, los narcotraficantes parecen tener una habilidad sorprendente para volver a levantar sus chabolas sin ningún tipo de permiso. Es como si cada demolición fuera solo un capítulo más en un libro interminable.
Y así seguimos, nosotros y ellos. Una comunidad harta pero resiliente frente a este desafío constante; una historia donde todos jugamos un papel vital en lo que está por venir.