Este martes, la Audiencia Provincial de Palma se convirtió en el escenario de un veredicto que muchos esperaban. Cuatro individuos, tres hombres y una mujer, fueron condenados a dos años de prisión cada uno por un fraude que ha dejado un sabor amargo en el paladar de los consumidores. ¿El delito? Vender aceite adulterado, haciéndolo pasar por auténtico ‘DO oli de Mallorca’ cuando en realidad provenía de Jaén.
Un engaño que nos afecta a todos
Entre 2017 y 2021, estos procesados decidieron hacer su agosto embotellando aceite que no era suyo. Pero no solo eso; lo etiquetaron como si fuera ecológico o virgen extra. En lugar del preciado oro líquido mallorquín, vendían un producto inferior que podía ser simplemente aceite refinado o incluso de semillas. Y lo peor es que este engaño se tradujo en precios inflados entre cuatro y siete euros más caros para nosotros, los consumidores desprevenidos.
Gracias a la intervención de la Guardia Civil, se lograron decomisar unos 4.000 litros del aceite trucho antes de que llegara a nuestros supermercados y tiendas locales. Los acusados han reconocido su culpabilidad y, aunque han conseguido evitar la cárcel al aceptar las penas impuestas tras un acuerdo, tendrán que enfrentarse a multas y compensar económicamente a aquellos comercios que se vieron afectados por su actuación delictiva.
A partir de ahora, durante los próximos cuatro años deberán mantenerse alejados del crimen si quieren evitar una estancia tras las rejas. Este caso nos recuerda cómo algunos pueden jugar con nuestra confianza para sacar provecho personal. Es momento de estar atentos y exigir siempre lo mejor para nuestras mesas.