Imagina un lugar donde los sueños se desvanecen entre montañas de escombros. Esto es lo que se vive en Son Banya, un poblado que ha dejado de ser solo un punto de venta de drogas para convertirse en un auténtico vertedero ilegal. Con una extensión de 40.200 metros cuadrados, este lugar ha sido transformado en una máquina generadora de dinero para clanes que no conocen límites.
Y es que, según fuentes municipales, aquí se acumulan más de 2.500 toneladas de residuos. ¿El motivo? Algunos clanes permiten que constructores sin escrúpulos arrojen sus desechos a cambio de una cantidad irrisoria, muy por debajo del coste real que supondría llevarlos a una planta de reciclaje. Mientras tanto, los camiones descargan cargamentos durante la noche, como si nadie estuviera mirando.
Caminos cubiertos de basura y coches quemados
A medida que avanza la investigación, emergen datos inquietantes. Además del ladrillo y la piedra provenientes de obras, también hay coches quemados arrojando líquidos contaminantes al suelo. Todo esto recuerda a lo ocurrido en Son Güells, donde la Guardia Civil llevó a cabo operativos similares. Sin embargo, en Son Banya parece que la situación es aún más grave.
Recientemente, operarios del Ayuntamiento llegaron al poblado con maquinaria pesada para derribar construcciones ilegales y fue entonces cuando descubrieron el verdadero alcance del problema: residuos enterrados, escombros camuflados por la vegetación… La escena era desoladora.
Pronto conoceremos más detalles gracias a un informe municipal sobre estos residuos ilegales. Se dice que podrían superar las 3.000 toneladas, algo alarmante considerando el daño ambiental que implica esta acumulación sin control.
Sospechas surgen sobre cómo algunos consumidores habituales reciben “beneficios” por su lealtad: tierras donde deshacerse de electrodomésticos viejos o incluso bañeras tras reformas. Este sistema tiene como objetivo mantener a los compradores dentro del círculo vicioso del tráfico local y evitar su migración hacia otros puntos competidores.
La orografía del terreno ya no engaña; lo que antes eran espacios planos ahora son montañas artificiales construidas con basura y materiales inservibles. Y los clanes tienen maquinaria pesada para hacer todo esto posible; excavadoras están al servicio del caos. ¿Para qué? Para abrir zanjas donde esconder aún más residuos lejos del ojo público.
A pesar de las acciones policiales pasadas para erradicar estas prácticas, la pregunta persiste: ¿dónde ha ido a parar todo ese material retirado? El negocio continúa floreciendo y revelando cómo Son Banya sigue siendo un pozo sin fondo lleno de riqueza… pero solo para unos pocos.