Todo empezó con unos billetes de 20 y 50 euros que, a simple vista, parecían auténticos. La calidad era tan alta que el principal sospechoso no tuvo problemas para hacerse con ellos. Luego, como si de un juego se tratara, pasaba los billetes a su círculo de amigos, quienes tenían la tarea de ‘colocarlos’ en distintos locales nocturnos de Palma. Así fue como una estafa que podría parecer sencilla se convirtió en un verdadero rompecabezas para las autoridades.
La denuncia que destapó la farsa
Pero claro, no todo podía salir tan bien. Alguien comenzó a sospechar y decidió dar el paso al frente; esa denuncia ante la Policía Nacional encendió las alarmas. Fue entonces cuando el grupo especializado en Blanqueo de Capitales y Falsificación de Moneda entró en acción y comenzó a desmantelar esta red fraudulenta. Lo curioso es que los locales donde se gastaron esos billetes falsos no se dieron cuenta del engaño hasta que contaron la caja tras una noche movida.
Los involucrados lograban pagar sus consumiciones sin problema alguno con esos billetes fraudulentos, lo que les permitía disfrutar de una noche sin gastar ni un euro real. Y lo más intrigante es que cada vez que regresaban a su proveedor con el dinero obtenido, parecía como si el sistema estuviera funcionando perfectamente. Pero Mallorca no es un lugar cualquiera; aquí las cosas tienden a ser diferentes debido a nuestra insularidad.
Aunque este tipo de delitos no son comunes en la isla, la Policía ha notado un incremento preocupante gracias al uso creciente de redes sociales. Los investigadores aseguran que estos billetes pueden tener orígenes muy diversos y continúan indagando sobre su fabricación.
A pesar del riesgo elevado para la economía mundial –ya sabemos cómo puede repercutir una inyección masiva de moneda falsa– las penas por este delito son severas: entre dos y doce años dependiendo del papel jugado en toda esta trama. Es evidente que jugar con fuego tiene sus consecuencias, tanto para quienes están detrás del fraude como para todos nosotros.