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El adiós a Son Banya: una historia de lucha y resistencia

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La mañana del martes comenzó como cualquier otra en Son Banya. Los niños se dirigían al colegio mientras, a la misma hora, un grupo de operarios y fuerzas de seguridad se preparaban para llevar a cabo lo que muchos consideraban una misión necesaria. Con maquinaria pesada al frente, el acceso al poblado, que había sido cuidadosamente asfaltado, iba a ser testigo de un momento crucial en su historia.

Un golpe inesperado

Durante casi medio año, el nuevo Son Banya había crecido entre sombras y secretos. Sin embargo, el alcalde Jaime Martínez decidió que ya era suficiente. La noticia que sacudió la semana fue el desmantelamiento de las edificaciones ilegales que habían florecido en un espacio donde solo debería haber habido respeto por la ley. Mientras tanto, los clanes del lugar no tenían idea de los planes que estaban gestándose en la sombra.

Todo estaba orquestado desde hacía semanas; así lo reveló Ultima Hora con sus investigaciones sobre las irregularidades urbanísticas perpetradas por los líderes del poblado. La cifra que rodea estas obras clandestinas es escalofriante: unos 200.000 euros desembolsados bajo la mesa.

El día D llegó cargado de tensión. A pesar de los esfuerzos por mantener todo bajo control con un despliegue policial impresionante -30 agentes de la Jefatura y 35 más del cuartel de San Fernando-, quedó claro que esto era solo el principio. Cuando las grúas terminaron su trabajo y el polvo se asentó sobre lo que quedaba, se escucharon juramentos de venganza resonando entre los clanes.

Esa misma noche, como respuesta a lo sucedido, comenzaron a instalar carpas nuevas: dos estructuras compradas rápidamente para volver a marcar territorio. Una era frágil y apenas resistiría el viento; la otra tenía más garra gracias a sus planchas de aluminio robustas. Pero ignoraban algo fundamental: la determinación del Ayuntamiento no se detendría ante nada.

Al día siguiente regresaron con renovada fuerza; aunque esta vez menos efectivos en número, su resolución era palpable. Las carpas fueron derribadas sin piedad, enviando un mensaje claro: aquí no hay lugar para el abuso ni para el miedo.

Y justo cuando pensaban haber tenido éxito con sus instalaciones, encontraron también un escondite clandestino debajo de una antigua caseta conocida como ‘Las Vegas’. Un símbolo del nuevo Son Banya hecho trizas; pero esto es solo el comienzo… ¿qué más nos espera?

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