Este miércoles, en la Audiencia de Palma, se ha vivido un momento desgarrador. Un joven argelino de solo 22 años admitió haber abusado sexualmente de su propia hija, una niña que apenas tenía 11 años. La sala resonó con las palabras del acusado, quien reconoció que estos hechos ocurrieron en varias ocasiones entre septiembre y noviembre de 2021, mientras vivía en un piso de acogida con su pareja y sus pequeños.
Una decisión difícil pero necesaria
Aceptando finalmente una pena de tres años de prisión, el joven se comprometió a indemnizar a su hija con 10.000 euros, aunque ya había comenzado a pagar parte de esa cantidad. La Fiscalía inicialmente pedía seis años tras las rejas, pero el tribunal redujo la pena al ver el arrepentimiento del acusado.
No solo eso; durante los próximos doce años, no podrá acercarse a menos de 500 metros ni comunicarse con ella. Además, estará inhabilitado para trabajar con menores durante quince años y tras cumplir su condena, deberá vivir bajo vigilancia durante otros ocho.
La brutalidad del caso nos deja perplejos. Este padre aprovechaba los momentos en que la familia dormía para llevar a cabo actos inimaginables: tocamientos inapropiados que han dejado huellas profundas en la pequeña. Ella ahora carga con secuelas psicológicas que perduran.
Esta es una historia que nos recuerda la importancia de proteger a nuestros niños y cuestionar lo que sucede dentro de nuestros hogares. Es un llamado urgente para todos nosotros.