Este martes, el bullicioso poblado de Son Banya se despertó con una imagen que ya parece sacada de una película. Mientras los rayos del sol iluminaban la mañana, un policía local observaba desde la distancia cómo una excavadora Hitachi Z-225 USLC hacía su trabajo: derribar el letrero luminoso que daba la bienvenida a este peculiar casino. «Welcome to fabulous Las Vegas«, rezaba el cartel que ahora se convertía en polvo.
Un golpe al narcotráfico en plena acción
A lo largo del día, esa máquina pesada no solo desmanteló el famoso letrero, sino también seis puntos de venta de drogas. La Policía Nacional no perdió tiempo y, como resultado de esta operación, detuvo a un hombre que tenía una reclamación judicial pendiente. En las casetas destruidas, los agentes encontraron pequeñas cantidades de marihuana y hachís; todo un recordatorio de lo que sucedía tras aquellas paredes.
Acompañando a más de medio centenar de agentes entre Policía Local y Nacional, se realizaban las labores de demolición apoyadas por la Unidad de Drones. Era como si finalmente hubiera llegado el momento para poner fin a estas construcciones ilegales que habían florecido en los últimos meses.
No podemos olvidar cómo a finales del pasado noviembre, aquel lugar era un auténtico imán para quienes buscaban sustancias estupefacientes. Una caseta iluminada con dos papá noeles hinchables recibía a los consumidores mientras estos transitaban por una pista pavimentada que facilitaba las compras rápidas. ¿Y qué decir del barco atracado? Un símbolo curioso entre banderas deportivas que redirigían el tráfico hacia los puntos más activos del negocio ilícito.
La maquinaria ha arrasado incluso con ese emblemático barco, dejando claro que aquí ya no hay espacio para más engaños ni negocios turbios. Con cada movimiento de la retroexcavadora, se eliminaba parte del camino hasta esos puntos oscuros; el Ajuntament había decidido extender hasta 2027 el contrato para demoler otras 95 construcciones utilizadas como viviendas ante la dificultad para reubicar a sus residentes.
A pesar del bullicio generado por las máquinas y policías, apenas había gente visible por fuera ese martes en Son Banya. Algunos miraban desde sus chabolas, grabando con sus teléfonos móviles lo que parecía ser un nuevo comienzo o quizás solo otro capítulo en esta historia tan compleja.