En las oscuras y peligrosas calles del barrio chino de Palma, donde los ecos de los años ochenta aún resuenan, se desencadenó una trágica historia en la madrugada del 25 de enero de 1982. Era un lugar donde adentrarse al caer la noche era como jugar a la ruleta rusa. Aquella noche, un subteniente del Ejército caminaba desprevenido por la calle Santanyí cuando cinco jóvenes le rodearon, armados con navajas y dispuestos a llevarse lo que tenían.
Un atraco que terminó en tragedia
Entre ellos estaba ‘El Jorge’, un chico que ya había tenido sus más y sus menos con la ley desde muy joven. Apenas a punto de cumplir 19 años, su vida se desmoronaba en el instante en que decidió tomar el camino equivocado. La situación se tornó crítica rápidamente: el militar ofreció resistencia y en medio del forcejeo fue derribado al suelo. Pero no se iba a rendir tan fácilmente; sacó su arma reglamentaria y disparó.
El tiro alcanzó a ‘El Jorge’, quien comenzó a tambalearse mientras sus amigos huían despavoridos. En una escena dantesca, este joven cayó malherido sobre el pavimento, dejando un rastro de sangre detrás de él. Los gritos desesperados de testigos llamaron a emergencias mientras él luchaba entre la vida y la muerte. A pesar de ser trasladado urgentemente al hospital Son Dureta, no pudo sobrevivir.
El subteniente, por su parte, también sufrió severas lesiones por los golpes recibidos durante el atraco y quedó ingresado en el hospital Militar con pronóstico reservado. Al declarar ante los investigadores, defendió su acción como un acto de legítima defensa; temía por su vida frente a aquellos asaltantes armados.
La policía continuó tras los pasos de los otros cuatro jóvenes que escaparon aquella fatídica noche. Su versión sería clave para esclarecer lo ocurrido y dar sentido a toda esta tragedia que dejó una profunda herida en la sociedad palmesana: ¿hasta dónde es legítimo defenderse cuando te están robando? Un dilema que sigue vigente hoy día.