En marzo de 2024, una joven de 16 años y con un 33% de discapacidad recibió en su móvil una imagen que nadie debería haberle enviado. El remitente era un hombre, cuyo nombre ha quedado en el anonimato, acusado de exhibicionismo y provocación sexual. Pero, ¿qué pasó después? En un giro sorprendente, un juzgado de Inca decidió archivar la causa, dejando a muchos en estado de incredulidad.
Un desenlace inesperado
La madre de la adolescente fue quien dio el primer paso al denunciar este acto ante la Guardia Civil. Se trataba de proteger a su hija y buscar justicia por lo que consideraba una violación a su intimidad. Sin embargo, durante el proceso judicial, la joven no pudo recordar si había mencionado su edad al acusado ni si había tenido algún tipo de conversación previa con él. La defensa del imputado argumentó que no existía evidencia suficiente para probar que él supiera que estaba enviando esa imagen a una menor.
La abogada del hombre, Concepción Rebassa, logró convencer a la jueza para solicitar el sobreseimiento del caso. Y sorprendentemente, ¡la Fiscalía no se opuso! La jueza concluyó que no se podía afirmar con certeza que el acusado tenía conocimiento del estado vulnerable de la joven. Esto dejó un amargo sabor en la boca de muchos: ¿es esto lo que entendemos por justicia?
A medida que avanza esta historia nos preguntamos: ¿dónde queda la protección especial que merecen los más vulnerables? Al final del día, las palabras quedan flotando en el aire mientras el sentimiento de impotencia crece entre quienes esperaban algo diferente.