En una sorprendente mezcla de humor y creatividad, un joven conocido como Sunday Nobody decidió hacer una travesura que seguramente dejará a las futuras generaciones rascándose la cabeza. Su idea fue simple pero audaz: colocar una estatua de tres metros de Calamardo guapo en el mar con la intención de confundir a los arqueólogos del mañana.
A través de su canal de YouTube, este artista de Seattle compartió cada paso del proceso, asegurándose incluso de consultar a un experto antes de lanzar su obra al Mediterráneo. «Quería crear algo que resistiera el paso del tiempo, sin dañar la fauna marina», explicó, mientras se reía ante la posibilidad de que su estatua se interpretara como un símbolo cultural importante en el futuro.
Una broma con repercusiones serias
La figura está esculpida en bronce y asemeja una versión moderna del famoso Discóbolo griego. Pero aquí no acaba la historia: para llevar a cabo esta singular hazaña, Sunday tuvo que falsificar un carné estudiantil y hacerse pasar por alumno. Tras asegurarse que su creación no afectaría negativamente al ecosistema marino, finalmente hundió la pieza cerca de Halkidiki, en Grecia.
El proceso le costó alrededor de 8.000 dólares (unos 6.800 euros), aunque eso no le impidió recaudar más dinero mediante subastas de miniaturas inspiradas en su obra. Algunas llegaron a venderse por 500 dólares cada una. Y lo mejor es que esta no es ni siquiera su locura más extravagante; entre sus otras creaciones se encuentran obras tan peculiares como una bolsa gigante de Chettos enterrada en un sarcófago o retratos realizados con miles de muestras de pintura.
A pesar del tono divertido y despreocupado con el que aborda sus proyectos, Sunday Nobody ha generado un intenso debate en la comunidad científica sobre las implicaciones reales que tiene introducir objetos artificiales en entornos históricos. La UNESCO ya ha señalado los riesgos potenciales para las investigaciones arqueológicas futuras y cómo estas bromas pueden complicar seriamente el trabajo conservacionista.

