La noche que precede al Sorteo Extraordinario de Navidad siempre trae consigo una mezcla de emoción y nervios. Este año, sin embargo, esa emoción se tornó en tensión junto a las puertas del Teatro Real, donde la fría madrugada se llenó de voces alzadas y enfrentamientos inesperados. La escena era caótica; unos pocos guardaban huecos para un centenar de personas que esperaban ansiosas su oportunidad.
El dilema entre los que esperan y los que llegan
Muchos conocen ya al ‘papa de la lotería’, ese hombre llamado Jesús Manuel que lleva casi dos décadas haciendo cola con su inseparable compañero, el ‘obispo’ Juan. Desde el 13 de diciembre se encuentran en su puesto, organizando un listado para gestionar quién ocupa qué lugar en la fila. Sin embargo, esta supuesta organización no ha sentado nada bien a quienes llegaron más tarde y se encontraron con una realidad desconcertante: por delante, casi un centenar de asientos estaban reservados. Aída, una joven cordobesa que estaba entre las primeras en hacer cola, comentó: «Nos hemos juntado con gente y nos hemos ido ayudando entre nosotros». Su voz reflejaba la frustración acumulada durante horas esperando bajo el frío invernal.
Las noches pasadas fueron intensas; hasta tres veces tuvo que intervenir la policía para calmar los ánimos entre quienes llevaban allí horas y aquellos recién llegados dispuestos a hacer valer sus derechos. Marina, Estrella y Lucía llegaban disfrazadas a esta particular batalla por un asiento; contaron cómo pasaron noches heladas mientras otros parecían disfrutar del calor del hogar antes de acercarse al teatro. «¡Hay gente guardando 90 sitios!», exclama Estrella indignada.
Los conflictos no solo eran verbales; algunos afirman haber sentido un aire cargado de desconfianza hacia esos grupos organizados. Vanessa y Sonia reflexionan sobre lo ocurrido: «La parte de adelante tiene lista y todo eso está bien… pero ¿y los demás?» En medio del jaleo, hay quien hace chistes sobre comer palomitas mientras mira cómo se desarrolla todo este drama humano.
Al final del día, lo que debería ser una fiesta llena de esperanza se convirtió en un espectáculo lamentable donde el acceso libre por orden de llegada parece estar tirado a la basura por unos cuantos privilegiados. La Lotería es nuestra tradición; sin embargo, este año ha dejado una lección amarga sobre qué significa realmente compartir momentos juntos.

