La historia que vamos a contarles es, cuando menos, sorprendente. En el Keelung Museum of Art, en Taiwán, un voluntario se propuso limpiar el polvo de una obra que había estado acumulando suciedad durante 40 años. Pero lo que parecía una buena acción terminó convirtiéndose en un auténtico desastre.
La obra en cuestión, titulada ‘Inverted Syntax-16’, es un espejo cubierto de polvo, creación del artista Cheng Sung-Chih. Este espejo no solo es un objeto artístico; simboliza la conciencia cultural de la clase media. Sin embargo, nuestro voluntario pensó erróneamente que su labor consistía en quitarle ese polvo con papel higiénico. Un gesto torpe que le costó caro al arte y dejó a todos boquiabiertos.
La controversia del daño y sus consecuencias
A medida que la noticia corría como la pólvora, surgieron voces críticas. Algunos argumentan que este borrón accidental ahora forma parte integral de la pieza y debería dejarse tal cual está. Por otro lado, la Oficina de Cultura y Turismo de Keelung ya ha expresado sus disculpas al artista y se enfrenta a posibles indemnizaciones por los daños ocasionados.
En medio de todo este revuelo, uno no puede evitar preguntarse: ¿qué lleva a alguien a pensar que puede ‘limpiar’ una obra sin considerar su valor artístico? La situación nos deja reflexionando sobre el respeto hacia el arte y las decisiones impulsivas. Al final del día, esta anécdota no solo habla del arte moderno sino también de nuestra relación con él.

